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Me llamó la atención y, por tanto, quiero trasladárosla a vosotros el suceso que por el título ya imaginaréis. Efectivamente, hablo, o quiero hablar, de la conferencia que el ministro de Educación, entre otros, José Ignacio Wert, iba a dar en Sevilla, organizado por El Mundo de Andalucía.

wert-educacion-ciudadania-ideologia-decreto-borrador-proyecto--644x362Para aquellos que necesiten refrescar la memoria, dicho acto finalmente no se pudo realizar frente a las airadas y no cesantes protestas que alumnos universitarios de dicha localidad realizaron desde que Wert hizo su aparición en la sala del hotel destinada a tal efecto. A la salida, el ministro ante los medios calificó lo sucedido de un «acto fascista». Paradójico, cuanto menos, que sea él, que tantas críticas ha recibido en ese contexto, el que vuelva a traer a colación el término. Quizás de tanto criticarle se le haya pegado algo, sino en las formas, al menos en el vocabulario.

Pero, obviamente, este no es el tema. No la cuestión principal. La pregunta y el fondo es si, efectivamente, los estudiantes actuaron mal. No de manera fascista, algo que implica muchas más cosas que la coacción de la libertad de expresión en un acto determinado, sino, simplemente, mal. Para ello hay que situarse desde un punto de vista adecuado. Por supuesto que lo son, pensarán esos y otros estudiantes. Patochadas, dirán los que defiendan la gestión del ministro. Yo, desde el periodismo y el análisis político, compro ambas cosas.

En efecto, la actuación de los estudiantes es lícita. Las quejas, polémicas de su posible restricción aparte, son algo tan necesario para el desarrollo de la democracia liberal, el apellido es muy importante, como lo puede llegar a ser el propio Gobierno representativo. Puede, no es que sea una verdad irrefutable. Y hablando precisamente de ello, de que es la opinión pública y no el saber científico el que mueve a la sociedad, ganan aún más las quejas en su legitimidad. El hablar en el bar de qué nos parece la gestión de un dirigente político es muy importante, pero llevárselo a él de primera mano me lo parece más. Siempre se pueden hacer oídos sordos pero el debate ya está a la orden del día.

Por otro lado, no permitir la libertad de expresión del ministro es lo que hace que exista la posibilidad de crítica a estos estudiantes que, por otra parte, si lo hubieran pensado mejor, el dejarle hablar les podría haber resultado más satisfactorio. Repito, y aquí me alejo del análisis político más puro para hablar de la generalidad periodística, desde la profesión a la que me acojo para explicar el tema, no defender la libertad de expresión de todos, por supuesto, sería no defenderme a mí mismo. Ojo, estudiantes y Wert.

Lo correcto, desde mi prisma de mediación, hubieran sido las protestas seguidas de la explicación del ministro. Me hubiera gustado, sinceramente, qué tenía que decir Wert frente a lo ocurrido. Nunca había tenido unas protestas tan cerca y de ningún modo hubiera podido ignorarlas en su discurso. De hecho, aunque no es probable, se hubieran permitido preguntas al final por lo que se podría haber puesto en muchos apuros al ministro. Para una vez que se acercan a la calle de verdad… Se lo hicieron fácil. Seguramente los estudiantes no lo eran de periodismo.

P.D.: Las protestas son más legítimas a medida que Wert habla. En una emisora de radio ha dicho que la Educación es competencia de las comunidades autónomas dentro de unos parámetros que se dictaron desde el Ministerio y que son accesibles desde el B.O.E. El precio máximo que un máster podía subir se situaba en el 50%… El mío, en la Comunidad de Madrid, ha subido un 120%. A la pregunta de si se estaba cumpliendo la norma, Wert respondió con un rotundo sí. Yo digo no. No es así querido Wert.