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La Monarquía española no vive sus mejores momentos en la actualidad. No lo hace debido a los escándalos que rodean a la Casa del Rey y que los ciudadanos pueden conocer debido a la implicación de los medios de comunicación en ellos. Sin embargo, esto no ha ocurrido siempre así. El proceso de democratización de España ha dado al Rey un estatus social por el que parecía intocable. Al menos hasta el año 2007. Las noticias sobre la realeza española no abundaban en los periódicos y las pocas que aparecían se utilizaban para proteger, defender, la Corona frente a los ataques que siempre ha recibido. La aparición del diario Público desestabilizó este “silencio crítico” y su influencia ha llegado hasta nuestros días.

Así, este trato de indiferencia positiva, de favor, al Rey, como cabeza visible de la Monarquía, se ve en varios momentos de la historia reciente española. Uno de ellos, quizás el más espectacular, fue en el pasaje del 23 de febrero de 1981 cuando tuvo lugar el Golpe de Estado infructuoso del que todavía quedan muchas dudas. En los días posteriores, militares ligados al suceso como Alfonso Armada o Jaime Milans del Bosch dieron legitimidad real al intento del golpe de Estado. El primero, por ejemplo, dijo desde prisión que todo lo que hizo fue “obedeciendo órdenes del rey”. El segundo, también encarcelado comentó que “el rey quiso dar un golpe de timón institucional, enderezar el proceso que se le escapaba de las manos y […] me autorizó a actuar de acuerdo con las instrucciones que recibiera de Armada”.

Estos hechos, ciertos o no, no se conocieron hasta mucho después y no fue a través de los medios de comunicación. De hecho, como se ha comentado, no fue hasta finales del 2007 cuando la Monarquía tuvo que empezar a recibir los golpes desgastadores del poder de la prensa. Y a raíz de estos, también los suaves toquecitos en la espalda y empujones, cuando se quedaba atrás, de los diarios más ligados a la causa monárquica. En concreto, y en especial, la guerra se daba entre Público y ABC,  y entre el propio ABC y El Mundo. El País se dejaba llevar por la corriente intentando no dañar a la Casa Real con la diferencia de que tenía un nuevo competidor por la tirada y difusión del periódico. Debía competir contra él sin hacerlo contra la ideología labrada desde mucho tiempo atrás en el que la Monarquía era un tema tabú. Coyuntura difícil.

El primer director de Público, Ignacio Escolar, ya antecedió lo que Público iba a ser. Lo hizo en una entrevista abierta en internet que posteriormente colgó en su blog. A una pregunta sobre la línea ideológica en este tema, respondió que “para Público, la república no será un tabú ni la Monarquía un tema del que no se pueda hablar”. Era algo novedoso que había que comprobar y, efectivamente, así fue. Público nació el 26 de septiembre del citado año. En su primera semana en la calle ya se notó la diferencia.

Cierto es que en aquel momento la Monarquía empezaba a resquebrajarse entre la opinión pública. Era algo “minoritario” como anunciaban los diarios que se hacían eco de la noticia pero la quema de imágenes de Girona del 13 de septiembre fue el comienzo de la continuación de Público y, por tanto, también de ABC y El Mundo. El País, como se ha dicho, se mantenía al margen, a la espera de que los acontecimientos se calmaran o se desarrollaran con más virulencia para ya situarse a favor de la Monarquía, de la República, de la libertad de expresión o de lo que consideraran más oportuno.

Efectivamente, Público, desde sus inicios, cumplió lo que dijo. Se trató la cuestión estatal sin tapujos y con una naturalidad que asustaba. No había demasiada opinión, sólo noticias que recogían que seguía habiendo republicanos en España. El día de su aparición no mostró ninguna noticia sobre los asuntos reales ya que se centraron en presentarse al público pero ya el 27, el diario comenzó a llenarse de palabras como Monarquía, Casa Real o Rey (Juan Carlos), cuya letra inicial se podía ver tanto en mayúscula como en minúscula. Quizás no sea sintomático de la postura del periódico ya que a día de hoy sigue sin estar clara la ortografía en puestos que se consideran importantes pero que no distan, al fin y al cabo, de ser un ‘trabajo’ más como un obrero. Sin embargo, sí es cierto que era en el único diario en el que se podía ver ese tratamiento. El resto, cuando lo trataban, lo hacían siempre con el respeto, se puede interpretar así, de tratar a Juan Carlos como Rey y no tan sólo como rey.

Es, quizás, simplemente una mera curiosidad que a medida que se avanza en el tratamiento de las informaciones y en los días se podía convertir en una creencia e, incluso, seguridad. Como se comentaba, Público hacía referencia de cada protesta de cada ciudadano en cada lugar que visitaba cualquier persona que pudiera representar a la Casa Real. Así, el 27, en su página 22 titulaba una noticia como “protestas en Bilbao contra el Príncipe” o “un pueblo se declara republicano”, en alusión a Humilladero (Málaga) que presidía una moción en el sur de España que pretendía instaurar la III República. Las noticias de este tipo se sucedieron, también, durante los últimos días de septiembre.

ABC, a pesar de la naturalidad con la que Público contaba lo que sucedía con el entorno de la Monarquía, se sintió atacado desde el principio. Desde el 26 de septiembre al 3 de octubre, espacio estudiado aquí, no faltó un día en el que una noticia que incumbiera a la Casa Real, de mayor o menor importancia, estuviera en portada. Así, bajo antetítulos como “aumenta la campaña contra la Corona y don Juan Carlos” se recogen titulares en los que se intenta posicionarse, y que los lectores lo hagan, junto a la Monarquía: “ERC, socio del PSOE, lidera la revuelta contra el Rey y anuncia más protestas”. Este fue el comienzo de una campaña a favor de la Casa Real y, en especial, de don Juan Carlos.

Las informaciones comenzaron a llenar el periódico. Lo hicieron por encima, incluso, del desafío soberanista que en aquel entonces había lanzado el lehendakari Juan José Ibarretxe. La Monarquía estaba por encima de la cuestión y unidad nacional en el ABC. Las tribunas y editoriales también lo demostraban. Todos los días salvo el primero, el 26, se opinó sobre la situación de la Familia Real. En varios de ellos hasta dos veces e, incluso, se le dedicó en cuatro ocasiones la sección llamada ‘La Tercera’, en la que un experto le dedicaba una página al tema más importante del día. Una auténtica campaña en favor de la Monarquía como demuestra el trato favorable en éstos artículos. Frases como “una nueva muestra de la perfecta inserción de la Monarquía en la sociedad española” o “la carta de estas tres víctimas del terrorismo que hoy publica ABC constituye la expresión más directa y sentida de apoyo a la figura del Rey, que encarna la unidad y continuidad del Estado y ostenta el mando supremo de las Fuerzas Armadas”. Especial importancia tiene esta frase cuando desde Cataluña se estaba pidiendo que fuera el presidente del Gobierno y no el Rey el que comandara el Ejército y cuando, también, en pleno auge del independentismo vasco, siempre ligado a E.T.A., fueran tres víctimas del grupo terrorista las que defendieran al Rey. Tres personas que, luego, serían más y ABC aprovecharía para hacer un reportaje sobre el tema.

Los últimos días de septiembre y primeros de octubre fueron un detonante de pros y contras para los diarios que defendían, atacaban o se mantenían imparciales. ABC y El Mundo comenzaron su particular guerra a raíz de unas declaraciones del colaborador del periódico que dirige Pedro J. Ramírez, Federico Jiménez Losantos. El periodista afirmó que el Rey debía abdicar en su programa ‘La Mañana’ en la cadena de radio COPE. Todos los periódicos salvo El País recogieron esta noticia pero a ABC le sentó especialmente mal. El periódico arremetió contra El Mundo, contra Jiménez Losantos y contra la COPE de manera muy violenta:

“Debilitar al Rey y a la Corona es atacar el núcleo básico de nuestro sistema constitucional, que es la soberanía del pueblo español expresada en la Monarquía parlamentaria como «forma política del Estado». Lo saben muy bien los que han emprendido desde diversos frentes una ofensiva sin cuartel al servicio de sus planes de ruptura con la Constitución de 1978. ABC viene haciéndose eco de todos los actos y declaraciones públicas que demuestran la existencia en los últimos tiempos de una campaña contra la Monarquía. Radicales antisistema queman imágenes del Rey y profieren todo tipo de amenazas, y políticos con alta responsabilidad institucional utilizan sin pudor palabras ofensivas. Lo más llamativo es la singular «pinza» que forman los extremistas de uno y otro signo. En las circunstancias actuales no es admisible que desde la emisora de la Conferencia Episcopal se utilicen la mentira y la manipulación para denigrar al Monarca y reclamar su abdicación”.

Acusaciones de las que Público y El País se salvaban, lógicamente. El primero sólo había reflejado la noticia en la que la opinión no tenía cabida, el segundo, simplemente, callaba. Pero todo sea dicho. ABC sólo mostraba, con cierta razón, el descontento que desde su redacción se sentía. Medios ligados siempre a la Monarquía Parlamentaria sufrían ahora una especie de esquizofrenia. La petición de abdicación de Jiménez Losantos era sólo el culmen de las opiniones que él mismo y El Mundo habían ido dando sobre el transcurso del tiempo y de las protestas en la calle. Tan pronto decía que, en su momento, se nos trató incorrectamente como que “sin él, nos comportaríamos como niños a los que no se puede dejar solos y que estarían condenados a la desunión perpetua, al Frente del Ebro”, como  que “un grupo de gamberros deciden una tarde olvidarse del botellón y quemar unas fotos de los Reyes delante de las cámaras”. Se trata de diferentes personas, obvio, pero opinan dentro de un mismo espacio. Estar en contra y a favor sólo puede responder a intereses comerciales. Y esto es algo que el propio El Mundo dio a entender en su respuesta a ABC en la que, por cierto, dejó clara también la postura del periódico sobre el tema:

“No es nuestra costumbre replicar a las falsedades de otros periódicos y menos si, como es el caso, se trata de uno que, tras haber perdido casi la mitad de sus lectores en tres años, se debate en las profundidades de la Segunda División de la prensa nacional. […] Se incluye a El Mundo en una supuesta pinza formada por quienes atacan al Rey,  la Corona desde la diestra y la siniestra. […]Se omite en cambio todo lo esencial. Y lo esencial es que El Mundo, con su millón y medio de lectores en su edición impresa, sus 10 millones de lectores en internet y su gran grupo de publicaciones asociadas es el principal baluarte, desde una perspectiva centrista, liberal y moderada, de la defensa de la Constitución”.

Mientras ambos periódicos discutían, ocurría el punto central de la investigación en estos días. El Rey dio un discurso en Oviedo en el que defendía la Monarquía Parlamentaria ante los ataques sufridos en los últimos días. Los diarios, lógicamente, recogieron estas declaraciones en sus ediciones del día posterior. Incluso El País, callado hasta entonces, se vio obligado ante la corriente, cada vez mayor, de opinión pública que opinaba sobre el tema. Público, que se había mantenido al margen en temas de opinión, cogió la batuta en esta ocasión. Su portada, siempre peculiar, lo fue más en esta ocasión. Sobre la foto de don Juan Carlos y doña Sofía se podía leer en un gran titular “qué les preocupa”. Ya en el interior del periódico hicieron alarde de su posición ya conocida y abandonaron la naturalidad para defender la libertad de expresión por encima de todo. En sumarios aparecían casos de países como Estados Unidos donde “la legislación del país que, probablemente, más exhibe su bandera y hace alarde de patriotismo no condena los ataques a símbolos del Estado”. Y en la opinión, la primera de Ignacio Escolar ante la Monarquía, se hace eco del envite de ABC, además de dejar clara su postura frente a los problemas de la Casa Real:

“A Dios rezando y Federico hablando. Si a la Iglesia le incomoda el incendio republicano, que habla con el principal pirómano. Lo tienen en casa. Desde la COPE, con el apoyo de El Mundo, se está dando jaque al Rey. Federico Jiménez Losantos, entre rezo y rezo, le ha pedido que abdique. Incluso le ha acusado de ser cómplice del Golpe de estado del 11-M. Mientras tanto, Cañizares y la Fiscalía debían de estar en misa. […] En este país hemos pasado del Tabú Primero de España a plantear debate nacional sobre el peso de la princesa. Y hay que adaptarse, como en Inglaterra”.

Hablar de la Monarquía sin banalizarla. Algo que hicieron todos los diarios ese día. El Mundo, después del editorial del día anterior, ya se sitúo al lado del monarca:

“Las palabras del Rey fueron escuetas, elocuentes y certeras. Que la Monarquía ha propiciado el periodo de mayor estabilidad y prosperidad para España es una verdad como un templo y una realidad que se alza por encima de cualquier otra consideración sobre el reinado o la figura de Don Juan Carlos”.

En ABC se siguió alabando a la figura del Rey y despreciando a todos aquellos que no hicieran lo propio:

“Don Juan Carlos dijo ayer en Oviedo que la Monarquía parlamentaria ha ofrecido a todos los españoles un largo periodo de estabilidad y prosperidad. Es significativo que Don Juan Carlos tenga que salir en su propia defensa. Frente a la «pinza» de los extremistas de uno y otro signo, la inmensa mayoría social es consciente de la deuda que todos tenemos contraída con la Corona. A pesar de algunos silencios lamentables, crece el número de voces sensatas que ponen de manifiesto el sentimiento colectivo”.

Mientras, El País, tuvo que hacer un acopio de todo lo que ellos no habían contado y que ahora debían hacer. Eso sí, excusándose de algún modo de por qué no habían apoyado o criticado a la Corona:

“La supuesta crisis de la Monarquía, qiie podría deducirse tanto de las críticas desmesuradas desde algunos medios de comunicación como de la defensa sobreactuada desde otros, no parece corresponderse con la percepción de la mayoría de los españoles”.

De esta forma, con El País teniendo que unirse a la historia que comenzaba, se labró una ‘nueva forma’ de periodismo que ha llegado hasta nuestros días en los que es noticia no ver una noticia sobre la Familia Real. La aparición de Público supuso el espaldarazo definitivo para que la Casa Real no estuviera sobreprotegida. Público venció desde su naturalidad, periodísticamente hablando, en este tema y los demás, quizás, perdieron. Uno por lo extremista de sus pensamientos, otro por lo esquizofrénico de sus escritos y el último por el miedo a la situación que llegaba. Lo que no está tan claro es que, como pretendía Público, no se haya banalizado la imagen de la Corona.